Recuperar el valor del conocimiento

Quien esto suscribe piensa que no todo tiempo pasado fue mejor pero es inobjetable que nuestra sociedad sufre un cambio que estaría tentado de llamar: dramático si afortunadamente no existieran en acción algunos esfuerzos por combatir este problema.

Me refiero específicamente al nivel educativo de nuestra población pero no como una mera suma de aspectos como: asistencia a los institutos, escolaridad, etc. sino y espero específicamente detenerme en aquello que los que tenemos más de cuarenta años contábamos como un enorme valor en las personas y que hoy parece carecer de importancia o lo que es peor menospreciado.

En este sentido creo que hemos perdido aquella sana admiración por las personas instruidas, educadas y/o formadas en diversos aspectos no solo de ciencias, artes, historia, matemática sino y especialmente en filosofía, sociedad y por sobre todo en unos valores humanos que los enaltecían y les transformaban en modelos de vida para la comunidad.

Me pregunto si no se estarán extinguiendo aquellos hombres y mujeres sabios o peor aún, se han ido sustituyendo por una cierta inteligencia vulgar y obsecuente con todo lo que los medios de comunicación exponen con el afán de conseguir consumidores cada vez menos críticos tanto de productos como de ideologías.

Una de las claves es la lectura y especialmente lo que está íntimamente asociado a la decodificación de signos y reglas y la interpretación de aquello que tenemos en frente para así comprender y mejorar nuestra interacción con nuestro entorno social.

No alcanza con saber leer sino que es condición sin igual saber qué estamos leyendo y comprender con una mirada lo más imparcial posible aquello que encierra una ideología, incluido hasta este artículo, desde luego. Pues entonces la creciente incapacidad para escribir correctamente encierra en sí mismo una alteración de la comprensión de los individuos que no solo van abreviando palabras tan simples como por ejemplo la palabra: “Que” por la letra: “Q” sino que comienzan a tolerar absurdos tales como el: “Todas y todos” porque alguien entendió en forma muy errada que el masculino y el femenino de las palabras tiene algo que ver con la discriminación de género. Nada demuestra más claro que esto el deterioro de nuestro intelecto contemporáneo.Un hombre es “una” persona y una mujer es “un” ser humano y nada implica más que la comprensión implícita y explícita de lo que intento explicar y por lo tanto vuelvo a intentar comprender el porqué de la pérdida de aquella admiración por aquellas personas que poseían mayor conocimiento en diferentes aspectos de la vida y era un enorme privilegio aprender algo de ellas.

Hoy tenemos infinidad de ídolos vacíos, comunicadores en diversos medios que han hecho de la payasada y el comentario “de churrasquería” al decir de mi admirado Alejandro Dolina todo su contenido y aún sobre mi obvia aceptación del humor me resisto a que perpetuemos un estado de “eterna pachanga” aún en aspectos que deberían tomarse en serio. Así lo que nos compete es recuperar la educación para que volvamos a sentir aquella valoración por el conocimiento.

Para finalizar podría sostener que este esfuerzo por denostar al conocimiento es prácticamente un hecho mundial que entre otras cosas es el resultado de esta híper comunicación que paradójicamente nos aleja de nuestros semejantes, de los que viajan a nuestro lado por la vida y sumidos en el espejismo de las redes sociales nos manifestamos como zombies abstraídos del contacto humano cambiando a la gente por nuestras hipnóticas pantallas negras.

En síntesis y frente a la posible extinción del pensamiento ilustrado debemos recuperar la admiración por el conocimiento y comenzar a meditar sobre el rumbo de una civilización que camina mirando sus pantallas y arriesgándose a ser atropellados por una realidad que “tontifica” la existencia a grados superlativos.

Afortunadamente quedan algunas islas como el “Ateneo de Montevideo”, quizás la enorme posibilidad de entrar a un museo, ver una gala en el SODRE, asistir a una película en Cinemateca o tomarse una tarde para entrar a la Biblioteca Nacional a ver que hay allí en ese fabuloso recinto.

Creo que debemos honrar a los hombres y mujeres no solo inteligentes sino también sabios, a aquellos solitarios que sosteniendo la lámpara del conocimiento nos guiaban con sus trabajos o conversaciones hacia la luz de la sabiduría para así ayudarnos a ser no solo mejores personas, también a transmitir el enorme acervo cultural que corremos el riesgo de perder cambiándolo por la frívola admiración por el tonto del día.

Por: Darío Valle Risoto

Técnico en Comunicación Social

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