El futuro de la laicidad

El concepto de laicidad nació en Francia, en el marco de fuertes enfrentamientos entre clericalistas y secularizadores. Ese conflicto no era igual al ocurrido en otros países, donde el choque principal se produjo entre diferentes religiones. Por ejemplo, el conflicto principal en Inglaterra se produjo entre la Iglesia Anglicana y diferentes denominaciones protestantes, como los cuáqueros. Y el conflicto principal en Alemania se produjo entre protestantes y católicos.

Por esta razón histórica entre otras, la “solución laica” no se ha aplicado en todas partes. Se trata de una de las maneras posibles de entender la separación entre las iglesias y el Estado, pero no la única. De hecho, la palabra “laicidad”, en el sentido en que nosotros la empleamos, no existe en inglés ni en alemán.

La mayor influencia del concepto de laicidad estuvo en la propia Francia y en algunos países con una fuerte impronta cultural francesa, como fue Uruguay durante mucho tiempo. También en nuestro país, el concepto adquirió importancia cultural y política en el marco de un conflicto entre clericalistas y secularizadores. Las grandes batallas ocurrieron más o menos al mismo tiempo que en Francia.

Como resultado de estos hechos históricos, la gravitación del concepto de laicidad pasó a ser un rasgo distintivo de la cultura y de la política uruguayas. Se trata de un rasgo que nos diferencia notablemente de nuestros vecinos. Y se trata de un rasgo que nos ha teñido a todos, incluyendo a aquellos que pueden tener una mirada crítica sobre el propio concepto de laicidad o sobre el modo en que ha sido aplicado. En mayor o menor medida, casi todos los uruguayos somos “laicos”. Hay prácticas institucionales que son frecuentes en otros países pero no tienen ningún lugar entre nosotros, ni nadie reclama que lo tengan.

Como todo concepto influyente, la idea de laicidad no es estática sino dinámica. Esto significa que la vamos reinterpretando a lo largo del tiempo, a medida que los conceptos históricos van cambiando. Ese es un proceso en el que nos vemos involucrados de manera permanente, independientemente de lo conscientes que seamos de ello. Pero las cosas andan mejor cuando lo hacemos de manera consciente.

Hay una razón muy obvia por la que ya no podemos entender el concepto de laicidad del mismo modo en que era entendido a fines del siglo XIX. Esa razón es que el conflicto que lo instaló ha dejado de existir. Hace mucho que el enfrentamiento entre secularizadores y clericalistas se ha extinguido entre nosotros. Ese conflicto desapareció porque hubo una rotunda victoria del bando secularizador. En el Uruguay de hoy, no hay voces públicas que defiendan ninguna forma de retorno al clericalismo. Y quienes puedan pensarlo en su interior, aunque se abstengan de decirlo, son poco más que una rareza estadística.

 

Pablo Da Silveira

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