Laicidad

         La Laicidad y las causas de las violaciones continuas a que la misma estuvo y está sometida en el mundo, desborda el marco en que se desarrollaron dichas violaciones de las cuales, las más visibles, eran las que tenían enfrentadas a dos instituciones: La Iglesia Católica y la Masonería; este enfrentamiento en el Uruguay, opacó otras formas de violaciones a la laicidad.

         Se comete una acción contra la laicidad cuando asoma la intolerancia contra los pensamientos, posturas, ideologías, religiones, filosofías, culturas, formas de vida, opciones personales, que no me agradan, aunque no agredan al conjunto de la sociedad.

         Las religiones violaban la laicidad cuando, desbordando su propio marco, pretendían regir, muchas veces asociadas con los Estados, un papel rector único, fundamentalista, subordinando no sólo a las ciencias sino toda la vida social, las intimidades familiares, promoviendo censuras morales, y distorsionando la vida y el destino de los seres humanos en un abarcamiento totalizador o totalitario, sin faltar el atropello a otros credos religiosos.

         Creo que violan la laicidad las filosofías cuando, creando sistemas filosóficos como explicación del origen del devenir y del futuro que deberían tener las sociedades humanas, originan a su vez, en el afán de sustentarlas, regímenes despóticos, abundantes en los siglos XIX y XX, y aún, por desgracia, subsistentes en el actual siglo XXI.

         Violan la laicidad los partidos políticos, cuando hacen de sus concepciones ideológicas y políticas, verdaderas religiones que los lleva, cuando ejercen el poder, al fundamentalismo político, situaciones paradigmáticas abundan como las que el mundo tuvo que vivir en el siglo XX, con inicuas dictaduras que arrasaron los derechos, el futuro y las vidas de pueblos enteros, dictaduras que por desgracia, aún subsisten.

         El problema fundamental radica en que las ciencias muchas veces también se fanatizan y no se resignan a que los descubrimientos científicos son, como por ejemplo en las ciencias históricas en las que yo trabajo, una explicación provisoria e interpretativa de fenómenos, que serán modificadas por hombres de las generaciones futuras, lo que nos obliga a ser cautelosos y humildes.

         En fin, creo que no hemos comprendido que no existen verdades absolutas que puedan ser esgrimidas por los seres humanos; y que lo único que podemos considerar como tal es el movimiento, la energía, de la que no podemos medir más que sus efectos; y que estamos sumidos en esa dinámica del cambio.

         Esa comprensión es necesaria para limar nuestras vanidades, nuestros alardes, y ponernos en la situación de lo que somos: un punto en el universo.

         La crisis cultural y educacional que vive el mundo, no acierta en métodos educativos que preserven la laicidad; para mi -y no pretendo tener la única y verdadera solución- la enseñanza simbólica es la que más se adapta al método que promueve la verdadera laicidad, ya que los símbolos nos ayudan en la medida que éstos, enigmáticos de por sí, no dan una única y acabada respuesta a las preguntas que se le formulan, y las contrapuestas interpretaciones que los símbolos generan, muestran que lo que concebimos como la verdad, puede tener contrapartidas y verdades opuestas, aprendiendo de esta manera lo relativo de las interpretaciones, educando nuestro discernimiento, que es el arma principal contra el despotismo intelectual y los fanatismos fundamentalistas.

         En estos momentos de crisis donde la laicidad muchas veces queda maltrecha por cierta docencia que cree tener la verdad revelada, constatamos que nos falta reflexión de la situación que vive la enseñanza.

         El método que responde a la preservación de la laicidad, es la piedra angular para el abordaje de la educación; y para mí radica en que no debemos enseñar lo que deben creer o no los educandos; en cambio debemos estimular en ellos la búsqueda de la verdad, de su verdad, con sus propias fuerzas, vedándonos toda coerción espiritual o de conciencia, tratando de apagar nuestras vanidades, nuestros alardes eruditos, y velar por el desarrollo y la manifestación del educando.

         Pero siempre debemos tener presente, que no ayudamos a la laicidad si, no sólo desde el ejercicio de la docencia, sino además, de la vida de relación social, no aplicamos el mismo método presidido por la tolerancia a todas las ideas que no supongan masacres ni suicidios sociales, orquestados por el fanatismo. Como se ha dicho alguna vez que no recuerdo: los males triunfan siempre cuando el bien se vuelve indiferente.

Mario Dotta Ostria

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